
Me duele la espalda. Mucho. Es el resultado de haberme reído sin control, algún movimiento brusco me dejó así. No estoy bien, no por el dolor de espalda, ni tampoco por teclear con tanta cautela, no quiero hacer ruido. Son las cinco y cincuenta y uno, algunos duermen aun. Creo que algo pasa conmigo, algo muy extraño. Nunca antes me sentí así, como alerta. Puedo escuchar la respiración del PC. No me sentí así antes, ni siquiera cuando usé algún psicotrópico. Demasiado alerta, demasiado despierta para creer que la respiración es falsa. Estoy leyendo esa novela, no se que género es, en realidad no se nada de su autor, no se nada de nada. Lo único que puedo asegurar es que sigo escuchando la respiración. O tal vez es la tele en el otro cuarto. Hace frío y siento que poco a poco voy recuperando la cordura. De verdad no estoy trabada, y de hecho; después de la noche que he pasado, no estoy segura si deba volver a fumar yerba, tal vez me raye más. Ya puedo escuchar los autos que pasan, mi corazón se acelera y mis ojos se agrandan y luego vuelven a su lugar. Ya falta un minuto para las seis, quiero irme a la cama de nuevo antes que todos despierten, así no me verán aquí escribiendo para pensar que soy mas rara de lo que imaginan. Acabo de notar que no hay puntos aparte aquí. Eso es un error gramatical, es que me gusta como se ve así, todo ordenadito como en fila igual que todo lo demás. Yo no soy nada ordenada, pero hace más o menos setenta y dos horas me volví maniática, sigilosa, alerta. Y todo en su lugar, menos mi corazón que se quiere salir con cada sonido pequeño que alcanzo a percibir. P U N T O A P A R T E.
Ahora son las seis quince. Fui descubierta en mi casi perfecto crimen de insomnio y letras. Está bien, no importará ser tildada de rara por segunda vez en dos días. Y ahora os presento a mi acompañante el pocillo de leche FRIA. Pero que cliché. Me repugnan el noventa y cinco por ciento de las cosas que la gente venera. Y ahora lo recuerdo, lo cual quiere decir que he vuelto a ser yo. Aunque sé que siempre lo he sido, no es como esa novela escocesa donde el asesino y el muerto son el mismo, o algo así, no lo sé con certeza no la he leído si lo hiciera al menos atribuiría mi repentina demencia a ella.
A veces pienso en ese hombre, Stevenson, el autor, ricachón, se dice que sus viajes definieron su proceder literario, entonces empezó escribiendo puras obras de lugares que jamás conoceré. Siempre he tenido un cierto repudio hacia la gente acomodada porque nunca hacen nada por sus vidas ni por las vidas de otros. Pero hay excepciones. Siempre las hay. La vida se trata de eso básicamente. El punto es, porque de repente Stevenson dejó el camino seguro, por lo cual era conocido, el gran “cuenta cuentos” y de repente Jekyll y Hyde, un giro de 360 grados, no?
Ya son las seis cuarenta y cuatro, empiezo a sentir mareo. Debe ser por no haber dormido bien en días o tal vez por la pastilla de trileptal que tomé para mi dolor de espalda. Mi salud se deteriora, y mi cara de Michael Jackson me delata. No quiero volver a la cama, siento que me absorbe cualquier tipo de brío que haya podido acumular con el pocillo de leche que bebí. Lo único que consumo completo, en semanas.